sábado, 12 de enero de 2019

El juicio más importante de la vida.


La gente es mucho más de lo que se ve, pensaba mientras se dirigía a la sala de audiencias, muchas veces hasta la persona que parece ser la más limpia oculta sus más oscuros secretos.

La sala era como en las películas estadounidenses, imponente, de madera, con la mesa del fiscal y del defensor, y claro, el juez viéndolo todo desde lo más alto. Se sentó a la derecha, sabía que era su caso más complicado como fiscal, pues no tenía más salida que quebrar al acusado a como diera lugar; le iba a hacer daño con sus preguntas, y le dolerían un poco más sus respuestas, pero era el precio a pagar por lograr una condena. Revisó su carpeta, sabía las preguntas que le haría de memoria, pues siempre se las había hecho él mismo, ahora solo debía esperar a que iniciara el juicio.

- Buenos días a todos-, dijo el juez mientras entraba al despacho. 
Salió de su ensoñación al escucharlo, contestó y de una forma rápida retomó su papel como el acusador. - Muy buenos días señor juez, contraparte, y demás presentes; mi nombre es Superyó y soy el fiscal de este caso, y es de común conocimiento para ustedes dónde pueden contactarme- respondió el fiscal una vez le dieron la palabra, - como ustedes saben la única víctima en este caso somos nosotros así que espero que mi presentación abarque también dicho rol-. Apagó el micrófono y al ver al defensor sintió odio inusitado, quería ganarle más que nada en la vida.

Llegó el turno de la defensa de hablar, tenía más de 20 años de experiencia en esta clase de litigios, estaba seguro de que iba a ser un caso como cualquier otro. -Buen día señor juez, señor fiscal, y presentes en la sala. Soy el defensor y el acusado, mi nombre es Ello,  y de igual manera que explicó el fiscal, y por la naturaleza del delito presuntamente cometido, es de conocimiento público dónde encontrarme-.

La sala permanecía vacía, no había público, solo se encontraban allí las partes; a la vista de cualquier persona que ojeara la sala se vería que iba a ser un interrogatorio rápido. - señor juez, la conducta desplegada por el aquí acusado es reprochable desde cualquier punto de vista, pues su labor como administrador estuvo plagada de malos manejos sin ningún tipo de límites, y cuyo único objetivo fue satisfacer sus propias necesidades sin importar qué sucedía a su alrededor; cómo afectaba la imagen de nosotros, y lo hizo todo sabiendo que cometía mil errores y que cada vez más iba a generar daños más y más grandes, pero nunca se detuvo a pensar en las consecuencias de sus actos -, explicó el fiscal en sus alegatos de apertura. El defensor simplemente se limitaba a hacer una mueca burlona mientras escuchaba, sabía cómo sería su defensa en este asunto.

El juez una vez terminados los alegatos procedió a llamar al acusado a declarar. No había necesidad de hacerle preguntas de ley, pues ya todos sabían quién era él.

El fiscal se aclaró la garganta y arregló el nudo de su corbata antes de hablar, era mucho más complejo iniciar el interrogatorio de lo que creía. Miró a los ojos al acusado, se llenó de valentía al recordar lo que este le había hecho e inició.

- Buenos días, ¿usted sabe porqué se encuentra aquí hoy?
- Si los sé, se me acusa de haber falsificado las percepciones y de incumplir mi obligación como administrador se su ser, señor fiscal.
- En ese caso pasaré directamente a las preguntas que nos traen aquí hoy, creo que es claro que ninguno quiere estar más tiempo del necesario aquí. ¿Usted en qué piensa al momento de tomar una decisión?
- Simple, yo pienso en qué genera más satisfacción para el cliente, eso es lo único que tomo en cuenta.
- ¿Y en qué tipo de marco temporal se mueve dicha satisfacción?
- La inmediata es la única qué importa, no me interesa saber que generaré satisfacción en diez años, lo quiero ya; y si lo quiero ya, lo tomo.
- ¿Incluso tomaría esa satisfacción si con eso genera una contravención a la ley?
- No soy estúpido si es de lo que me acusa, puedo generar satisfacción sin tener que romper la ley; es más, tengo tan en cuenta esa situación que si alguien rompiera la ley para lograr la satisfacción sería usted; o tengo que recordarle que usted busca nuestra 'perfección' a toda costa?
- No voy a caer en sus provocaciones Ello, usted es el que está siendo juzgado aquí, no yo.
-Ahí es donde se equivoca fiscal, ambos estamos siendo juzgados en este momento, incluso cuando usted no lo quiere admitir.
El fiscal sonrió mientras escuchaba al acusado decir esas palabras - típico de usted, pretender ¿engañar a los demás para lograr su propia satisfacción inmediata; ¿no se da cuenta que lo que acaba de hacer me da la razón? ¿Que usted no tiene ningún tipo de moral para lograr lo que quiere? 
- Su moralidad nos llevaría a un  monasterio señor fiscal, ¿qué tipo de satisfacción gana usted si no se puede divertir de vez en cuándo?
- Mucha más de lo que cree, sobretodo porque sé que si llegamos al monasterio significa que logré ponerlo a usted en la celda en la que debería estar. Pero dígame algo, ¿usted recuerda cuántas veces nos hemos enfrentado?
- Muchas más de las que quisiera recordar diría yo, la vida de alguien que tiene un ente acusador excesivamente diligente es demasiado aburrida.
- Créame, gracias a mí no hemos muerto ya, y al menos tenemos un futuro... Usted acaba de nombrar que la vida de una persona si sigue las reglas es francamente aburrida, así que dígame, ¿considera usted que romper la ley es algo divertido?
- Más y más juegos de su parte señor fiscal, solo voy a responder diciendo que muchas leyes provocan que la vida sea más monótona y sin grandes historias.
- ¿Y usted prefiere salir de esa monotonía cómo? Explíquenos.
- Ya se lo he explicado varias veces, busco la satisfacción para nosotros, lo que hasta donde yo tengo entendido no es un crimen.
- No, no lo es. Sin embargo, los métodos que usted utiliza sí lo son. Pasar por encima de las demás personas solo para lograr la satisfacción es una contravención y usted lo sabe, ¿por qué lo hace?
- Yo no paso por encima de las demás personas, sino que muchas veces mis métodos no se ajustan a lo que la gente quiere. No les gusta que les digan la verdad, no les gusta que los despierten de los sueños que están teniendo. Muchas veces buscan la felicidad basándose en mentiras, creen tenerlo todo pero no tienen nada más que una ilusión.
- ¿Pero no se ha detenido a pensar que la victoria es muchas veces más satisfactoria cuando se logra de una forma correcta?
- Yo llego a la victoria de una forma correcta, que el sistema no lo crea no es mi problema, simplemente demuestra que todos son cobardes.
- Utilizar información que no debe para manipular a los demás no es correcto y usted lo sabe, o sino, ¿por qué se siente tan mal cuando alguien utiliza eso mismo contra usted?
- Porque si los demás logran hacer eso conmigo entonces no hice bien mi labor. Así es como genero desagrado.
- Y entonces es cuando usted ataca con todo y no le importa quién esté en la mitad, ¿cierto?
-
- Solo para buscar su satisfacción inmediata, ¿correcto?
- Correcto
- Y sin importar la imagen de nosotros que deja, ¿no es verdad?
- No me interesa la imagen de los demás si logro que estemos satisfechos.
- No tengo más preguntas señor juez-. Sabía que había logrado ganarle una vez más, lo tenía.

- Prosiga a realizar sus alegatos de conclusión en ese caso señor fiscal. 
- Su señoría, tal como lo admitió el acusado, a este no le importan las consecuencias de sus actos, incluso cuando conoce que lo que hace puede romper la ley, pues como bien dijo esta es "aburrida"; y claro, recordemos que su única motivación es generar una satisfacción inmediata sin importar lo que pase a raíz de su accionar, sobretodo en cómo nos ve la sociedad. De esta manera, solicito se revoque de manera permanente la capacidad del acusado de tomar el control de nosotros, y que de forma inmediata me sea otorgado el control sobre cualquier decisión a mí.
- Señor defensor, su turno.
- La fiscalía en el presente proceso no logró probar que existiera delito alguno, simplemente demostró que no estoy de acuerdo con cómo funciona el sistema, que las leyes me parece que limitan en exceso la diversión, y que la gente puede no estar de acuerdo con cómo los trato; pero no probó que existió un quebrantamiento explícito a la ley. De esta manera, solicito que el fiscal sea destituido de su función, pues como  se vio durante el transcurso de este juicio su opinión no solo es parcializada, sino que no busca justicia sino el poder para él mismo.

- Ambos saben cómo funciona el sistema aquí, cada uno conoce su rol y la consecuencia que trae su actuar. Desde siempre he tenido muy claro que ambos buscan el poder sobre nosotros, que simplemente quieren imponer su propio sentido de la satisfacción sobre los demás, pero a ustedes se les olvida un pequeño detalle, yo estoy facultado para tomar la decisión que Yo considere mejor para nosotros, sin importar el límite de esta, pues mi único objetivo es protegernos. Así, habiendo escuchado todo lo que ustedes dos dijeron en el presente juicio, y actuando conforme a los poderes que nosotros mismos nos dimos y con los cuales ustedes estuvieron de acuerdo; Yo, juez en este proceso, declaro que:

Primero: se deberán limitar las decisiones de Ello, pues es claro que este no mide las consecuencias que sus acciones traen para nosotros, por lo tanto ordeno que este se interne en un psicólogo para controlar sus impulsos.
Segundo: se deberá limitar la capacidad del Superyó, pues es cierto que su accionar en el presente juicio no tuvo ningún sustento real más allá de las apreciaciones del Ello. De esta forma, ordeno que reciba tratamiento psicológico para tratar su apreciación de la moralidad.
Tercero: en vista de que ni el Ello ni el Superyó se encuentran capacitados para tomar ninguna decisión, me declaro a mí mismo como el único que puede tomar decisiones sobre nosotros hasta que se acaben los tratamientos psicológicos de estos.

Gracias por venir, declaro el fin de esta audiencia. Buen día para todos.

Nadie en la sala lo podía creer, el juez simplemente se paró y salió del despacho. Ahora, el Yo sería el único que tomaría cualquier tipo de decisión sobre las acciones de nosotros, mientras que el Ello no podría intervenir para lograr sacar todo ese ser impulsivo que vive en nosotros, y el Superyó no logrará influir en las decisiones para lograr una moralidad perfecta como siempre se pretende. Por primera vez el actuar estaría en equilibrio.

domingo, 18 de febrero de 2018

La noche de París


La noche fría cubría París. Las pocas estrellas que las luces de la ciudad permitían ver centelleaban a lo lejos, pálidas y pequeñas en tan inmenso lienzo negro; en contraste, la luna llena fulguraba como pocas veces en el año, dándole así un efecto menos vacío a la cúpula celeste y regalándole un poco de su luz al vacío Sena. París siempre se ha caracterizado por ser bella en todos sus aspectos, además de lograr el efecto de que cada minucia sea una atracción turística, no es lo mismo decir "voy al café de la esquina" a decir "voy a un café parisino"; la magia de la Ciudad Luz envuelve todo lo que se encuentra en ella, incluso a sus visitantes.

Víctor era un turista cualquiera en las calles de esta mágica ciudad, había viajado con su familia por primera vez en su vida al viejo continente, y su primera parada era Francia. Sus padres si bien conocían el inglés, no eran demasiado buenos al momento de hablarlo, por lo que era su deber como el hermano mayor hacer de traductor siempre que fuera necesario; sin embargo, su hermano y su hermana era de mucha ayuda en todo momento, pues muchas veces habían ocasiones donde necesitaba apoyo. Los tres hermanos eran los que dirigían el viaje, escogían los lugares y los momentos oportunos para visitarlos, mientras que sus padres solo se limitaban a seguirlos confiando en su buen gusto.

La primera noche luego del viaje Víctor no podía dormir debido al jetlag, lo que lo impulsó a sentarse en la única silla con la que contaba su habitación de hotel, afortunadamente esta se encontraba en un pequeño balcón con vista a una amplia calle cuyo nombre no recordaba. Se puso sus audífonos e intentó escuchar un poco de jazz francés, creía firmemente que la magia parisina iba a lograr que escribiera, por fin, algo de lo que se sintiera lo suficientemente orgulloso como para hacerlo público; pues su sueño era convertirse en un gran escritor. Cogió su celular intentando obtener inspiración, pasaron minutos y hasta una hora, pero esta no llegó nunca; a diferencia del cansancio que por fin se apoderó de él.

Estaba a punto de entrar a su habitación cuando sintió un leve olor a humo de cigarrillo, lo que le llamó la atención, pues eran las dos de la madrugada, un poco temprano para que alguien estuviera fumando. Siguió el olor y descubrió que  a dos balcones de su habitación, en el hotel contiguo, estaba una chica. Ella era blanca y tenía sus mejillas rosadas, cabello castaño claro, ojos grandes y de color avellana, y una nariz pequeña y delicada. Le llamó la atención verla, como si algo lo llamara a interactuar con ella; sin embargo, aprovechó que no había prendido la luz de su balcón y todo seguía en penumbra para observarla un poco más. Ella fumaba sin ningún apuro, notaba su satisfacción al hacerlo, mientras se recostaba sobre el borde del balcón; observaba la ciudad, sus ojos inquietos se centraban en los distintos puntos que veía desde allí: la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, el Sena y a su lado Notre Dame. De un momento a otro apagó su cigarrillo contra el borde del muro de su balcón, respiró hondo, apagó la luz y volvió a su habitación. Víctor se había quedado completamente enganchado viendo a esa chica, no quería volver a su realidad hasta que una ráfaga de viento lo obligó a hacerlo, volvió a su cama y se aseguró de no olvidar su rostro: - quiero soñar con ella- fue lo último que dijo antes de caer dormido profundamente.

Se encontraba por iniciar el gran baile que daba el alcalde en el más lujo salón que hubiera visto nunca, todas las piezas de metal eran doradas, todo lo demás era en madera tan bien pulida que podías ver tu reflejo como si de un espejo se tratara. Los músicos tocaban violonchelos, violas y violines para amenizar la noche, las parejas bailaban alegremente en la mitad de la pista mientras él estaba recostado junto a una pared. De repente, vio como de una de las puertas que daban acceso al salón entraba la chica que había visto antes, no habría manera de que la olvidara y por supuesto hoy se encontraba más despampanante que antes: un vestido negro, tacones, y una gargantilla del mismo color la hacían ver aún más bella que la pijama rosada con huellas que le había visto la noche del balcón. Se encontraba sola y se veía un poco temerosa en aquella sala, lo que Víctor aprovechó para lentamente acercarse a invitarla a bailar. Ella, un poco sonrojada, aceptó su invitación y como mejor pudo, luego de advertirle que no sabía bailar, se dejó llevar tanto por la música como por los movimientos que él le proponía. Al verla un poco más de cerca Víctor no podía dejar de ver sus ojos, era como si esos tres lunares en sus iris lo hubieran atrapado por completo.

Sabía que debía hablarle, pero no sabía qué decirle, tenía diez mil ideas en la cabeza, pero según él cada una era peor que la anterior. Al final decidió que lo primero era presentarse, inspiró y viéndola a los ojos dijo 
- ehhh... I'm sorry for not being polite, my name is Víctor-.
- Lo siento, no hablo muy bien inglés- sonrió de vuelta mientras lo veía un poco apenada.
- No te preocupes, mi idioma nativo es español. Ahora sí, mucho gusto, mi nombre es Víctor- dijo un poco apresurado.
Ella soltó una pequeña risa tímida y tierna, - mucho gusto, mi nombre es Fernanda- le dijo devolviéndole una mirada ensoñadora.

En ese momento sonó su celular, eran las 6:00 am y su mamá lo estaba despertando para que no se le hiciera tarde, colgó la llamada y miró el techo de la habitación. - Fernanda...- Decía mientras suspiraba e intentaba saber qué tan real pudo ser ese sueño. No iba a estar tranquilo hasta saber, al menos, que ese era su nombre. Debía encontrarla otra vez, estaba seguro de que lo que había pasado esa noche no era solo un sueño, tal vez la magia de París estaba haciendo de las suyas con ellos.

domingo, 21 de enero de 2018

El olor del cigarrillo


Siempre le molestó el olor del cigarrillo, odiaba la mezcla entre el alquitrán y el tabaco. Sin embargo, allí estaba feliz viendo a una mujer fumar; aunque claro, no era cualquier mujer, era la mujer que amaba.

Mucho tiempo pasó para poder sentir lo que sentía, años de espera e impaciencia le pesaban en sus hombros. Seguía cada día de su vida solamente esperando que algún día se diera aquello que el resto del mundo llamaba 'amor'. No lo conocía, en su momento creyó hacerlo, pero el tiempo se encargó de demostrarle que no era así, incluso cuando él mismo no entendía el mensaje que llegaba de mil y un formas diferentes.

Llegó a la conclusión de que debía esperar luego de que todo lo demás falló, buscarlo, imponerlo, rogarlo, crearlo, ignorarlo... Ya no le quedaba más opción que simplemente dejar que las cosas fluyeran "a ver si algún día se daba el milagro". Duró tiempo en su espera, intentando analizar y sin hacer nada que fuera a delatar su posición, todo lento y con premura, como si estuviera preparando un soufflé que ante cualquier atisbo de fuerza se puede hundir sin que exista vuelta atrás.

Sin embargo, un día sucedió. No hubo una razón específica para que se enamorara como lo hizo, al intentar recordarlo simplemente tiene en su cabeza varias escenas cortas de la misma tarde: la primera era él jugando con ella a ver quién podía mantener más tiempo la mirada, él ganó y no pudo evitar sonreír al verla sonrojarse y mover sus labios en una tímida sonrisa. La segunda era él intentando jugar con ella con una botella de agua. Sin duda alguna la imagen que se pegó en su cabeza es sin duda alguna la de ella, blanca con mejillas sonrojadas, sus grandes ojos cafés brillando, su cabello castaño un poco más abajo que sus hombros, y una blusa roja enmarcando toda la escena.

Ese día se dio cuenta de lo que se le había pasado por alto tantas veces en el pasado, al saludarla un par de semestres antes en una clase que compartían, al hablar con ella mientras fumaba luego de un parcial, al realizar un proyecto juntos para la clase que los unió. Se dio cuenta de que frente a él se encontraba una mujer a la que quería conocer más a fondo, con la que quería pasear y hablar hasta que dejara de haber luz en los parques, de la que quería hacer parte de su vida, por la que le dejara de molestar el olor del cigarrillo.

domingo, 7 de enero de 2018

Sangre y Venganza


Corría por el campo de batalla, en sus ojos no se veía esa chispa de vida que tenemos todas las personas, solo se veía un negro y profundo vacío en sus pupilas. Había dejado de ser persona y se había convertido en una máquina de matar, su único objetivo era vengar la muerte a sangre fría de su esposa a manos del Magisterio.

La guerra entre el Magisterio y la Rebelión inició como cualquier revuelta que se hace contra una dictadura, impuestos altos, exceso de fuerza por parte de las fuerzas de defensa, limitación de los derechos de las personas, pero sobretodo la sanguinaria cacería a aquellos que se opusieran al gobierno. El artífice de esto era el General Zhun, un líder ególatra y psicótico que heredó la fuerza política de su padre, el Gran Emperador Shan. La rebelión inició con pequeñas revueltas y protestas contra las decisiones gubernamentales, pero escaló a una guerra civil desde el momento en el que se ordenó ejecutar en la plaza central de Crosswind a los capturados y posteriormente juzgados - que en realidad no siquiera fue un juicio, fue al estilo romano: el Zhun solo bajó su pulgar y con eso los sentenció- por colgar una pancarta con la consigna de la rebelión "pelearemos hasta que no quede a quién gobernar" alrededor de la gran estatua de Shan.

Dentro de los ejecutados se encontraba Ting, una joven con alma rebelde y con toda la intención de acabar la tiranía que se cernía sobre su país. Antes de que todo comenzara era una estudiante de Leyes, creía firmemente que el cambio debía ser lo más legal posible, pero una vez Zhun abolió los derechos civiles se dio cuenta de que ya no contaba con ninguna manera plenamente pacífica de cambiar las cosas. Era una de las líderes de la rebelión, por lo que debía ser absolutamente cauta con sus acciones, por lo que siempre trató de mantener alejado de todo a su esposo Vack, pues este había optado por concentrarse en encontrar la manera de evitar diferentes enfermedades a través de la profesión médica. Sin embargo, Vack al ser obligado a presenciar cómo asesinaban a sangre fría a Ting frente a todo el mundo y luego cómo eran profanados sus restos de diferentes maneras, fue tal el dolor que sintió que algunos dicen que perdió su humanidad.

Desde ese día Vack abandonó su profesión y se dedicó a entrenar junto con los rebeldes, armas, estrategias, batallas cuerpo a cuerpo, agilidad, precisión, fuerza, en todas era el más aplicado; las personas lo hubieran creído un robot si no fuera porque para lograr todo no le importaba poner en peligro su propia integridad, cortes y contusiones eran la menor de sus preocupaciones, su vida siempre estaba en riesgo. Así, Vack al salir a su primera batalla destruyó a medio batallón el solo y sin ayuda de su escuadrón, no iba a seguir instrucciones de nadie, su único combustible era la venganza y nadie la sentía más que él. Ahora, se dirige al palacio imperial, en su camino ya lleva 18 bajas y cada paso que avanza se prepara para matar a sangre fría al que se le atraviese; no le importa la herida de cuchillo en su pierna derecha ni la bala que le perforó el hombro izquierdo, si quieren acorralar a Zhun sabe que debe ganar la posición del distrito helado y eso hará... Incluso si le cuesta su propia vida Zhun va a pagar con la de él, así deba hacerlo desde su tumba.

jueves, 10 de agosto de 2017

Cielo nublado


- No hay nada peor que no sentir nada, creo que esa es una de las pocas maldiciones que siguen subsistiendo en la actualidad. El hecho de intentar verse a sí mismo, ver sus propios sentimientos y de todas maneras sentir que lo único que se refleja es un neutro color gris es simplemente agotador. Escuchaba decir a aquél psicólogo en un programa radial, mientras él seguía su camino hacia la universidad; a fin de cuentas realmente no estaba tan equivocado, la neutralidad de los sentimientos puede llegar a agobiar a una persona si no está acostumbrada a eso.

El cielo estaba nublado y el frío estaba demasiado fuerte esa mañana,  casi lo obligaba a esconderse tras su abrigo. Había tenido que despertar absurdamente temprano debido a que su profesora era demasiado estricta respecto a la hora de entrada e inicio de la clase, sin importar todos los factores externos e involuntarios que pudieran llegar a afectar el trayecto al ser la primera clase del día. Al llegar al salón recibió una completa indiferencia de las pocas personas que se encontraban allí, no conocía a nadie y tampoco es que le interesara demasiado hacer amigos, nunca fue y ahora sigue sin ser su prioridad. Sin embargo, no pudo dejar pasar un pequeño grupo que se estaba riendo, se preguntaba cómo podían ser tan felices a esa hora de la mañana en un día como ese; parecían tan felices y unidos que por un momento deseó estar con ellos, pero esa ilusión se fue tan rápido como llegó.

Continuó su día y tuvo que dirigirse a la biblioteca a hacer las lecturas que le faltaban para el día, consiguió un puesto y se dispuso  a leer; sin embargo, no fue capaz. En su cabeza seguía una reminiscencia de aquel grupo que le había llamado la atención antes, sintió un pinchazo en su estómago al que reconoció como nostalgia y culpa; trató de sacudir ese pensamiento y se concentró en lo que debía hacer. Pasaron un par de horas y por fin pudo acabar, miró su reloj y se dio cuenta de que aún tenía bastante tiempo antes de su siguiente clase, no pudo evitar sentirse vacío al verse sin tener a quién escribirle para molestar un rato; no entendía el porqué, pero poco a poco se sentía peor.

Pasaron un par de semanas en la misma tónica y en su clase de la mañana tuvo que hacer un grupo, y nunca supo si fue por coincidencia o si el universo le había concedido lo que tanto había querido, pero precisamente ese día el grupo que había llamado su atención se había sentado en la fila siguiente a la de él. Tan pronto como él empezó a buscar con su mirada alguien con quién hacerse escuchó una voz que lo llamaba, - hola, ¿tienes grupo o te quieres hacer con nosotros?- Se sorprendió al ver que lo miraban fijamente unos ojos color miel, y solo pudo atinar a asentir con la cabeza. Tuvo la oportunidad de conocerlos un poco más durante la clase, y algo dentro de él le dijo que podía confiar en ellos, que por fin había encontrado un grupo de amigos. Por primera vez durante el semestre sintió que el cielo nublado por fin se veía un poco más despejado.


sábado, 17 de junio de 2017

¿Por qué las cosas no son tan sencillas como lo hacen parecer las películas?


¿Por qué las cosas no son tan sencillas como lo hacen parecer las películas? Sí, es un absurdo enorme, pero de igual manera era una pregunta válida. La ficción ha provocado que se hayan eliminado ciertos límites de la vida real, ha llevado a personas a creer que simplemente porque les guste una persona debe existir luego una relación romántica, creo el mito de la friendzone

No tenía la vista a la ciudad con la que siempre había soñado, fuera de su ventana solo podía ver las cortinas blancas del apartamento de enfrente; a pesar de esto, le gustaba imaginarse que existía algo más allá que eso. Esa tarde no tenía nada de especial, habían unas cuantas nubes en el cielo, no tantas como para prever una tormenta ni tan pocas como para que se viera el Sol en su esplendor. Hacía calor y a la vez frío, odiaba ese tipo de climas por sobretodo, no soportaba que se pusiera una chaqueta y luego se la tuviera que quitar porque hacía calor, y luego al hacerlo otra vez sintiera que se le calaban los huesos.

Su experiencia en la vida lo había llevado a darse cuenta de que la realidad es más cruel de lo que siempre creyó, pero no lo suficiente como para que su caso fuera especial y llegara un ángel desde el cielo a ayudarlo. Vivía en la clase media, y por ende podía darse ciertos lujos pero no los suficientes que le gustarían. Su trabajo como oficinista era monótono y rara vez le sucedía algo interesante, sus compañeros eran gente promedio y nadie tenía la intención de romper el delicado equilibrio que habitaba allí.

Si viviera en una comedia romántica probablemente este era el momento en el que aparecía inesperadamente una nueva empelada en la oficina o se chocaba con una encantadora extraña al recibir su café matutino, pero esto no era así. Con el paso del tiempo había llegado a  tener la madurez suficiente como para entender que no podía esperar un milagro del universo, sino que él mismo debía fabricar sus oportunidades, si es que creía que existía alguna. Sin embargo, fabricar oportunidades no era algo que lo emocionara ni que le robara al menos un minuto diariamente, pues había entendido que muchas veces era mayor la apuesta que los chances de lograr algo; y definitivamente no quería hacer un negocio tan malo, aún era racional como para huir de decisiones tan erradas.

A pesar de esto, durante una fiesta de su empresa se encontró de frente con una situación que no podía dejar pasar. Dentro de las personas que se encontraban en ese lugar estaba aquella mujer a la que tanto admiraba, que de alguna manera le llamaba la atención lo suficiente como para cometer algún acto impropio de él. Ella era de un departamento diferente al de él, pero trabajando con ella en el proyecto de una naviera se dio cuenta de la calidad de persona que tenía delante: responsable, amable, centrada, y hasta un poco risueña; el coctel perfecto para tomar malas decisiones. Aún era lo suficientemente temprano para poder acercarse a ella, pero tan tarde como para que no existieran silencios incómodos. Se acercó e intentó hacer un chiste sobre el ambiente en general, normalmente no hubiera funcionado, pero el licor en su sangre la llevó a soltar una tímida risa.

Pasó el tiempo y se iban acomodando más y más vasos en la mesa frente a ellos, hasta que finalmente ambos se encontraron ahogados en la deshinibición que va de la mano con el alcohol. En un momento, y sin que nadie se diera cuenta, ambos salieron del lugar y pasaron a la parte trasera del edificio; allí comenzaron a besarse como si se amaran locamente. Al cabo de unos minutos y una cuantas caricias escucharon voces que se acercaban peligrosamente hacia donde estaban, decidieron esconderse y rogar porque no los encontraran, pues las relaciones entre compañeros de trabajo eran prohibidas completamente. Pasaron unos segundos eternos y las voces se fueron apagando a lo lejos, sin embargo decidieron que ese era un susto suficiente por esa noche, se despidieron con otro beso apasionado y tomaron caminos separados. Al llegar a su casa, él no podía creer qué había pasado esa noche, la había besado a ella contra todo lo que había pensado; fabricó su oportunidad y ahí tenía su merecido resultado.

Pasó el fin de semana y en su camino a la oficina se preguntaba si debía hacer algo para llamar la atención de ella, ¿debía llevarle flores? ¿Tal vez chocolates? ¿Solo saludarla e invitarla a un café o a almorzar? Nada de eso, debía mantener la cabeza fría y concentrarse en sus deberes; no iba a romper el delicado equilibrio de su equipo de trabajo. Entró a su oficina, se dirigió al ascensor y por algún instante se le ocurrió que si fuera una película ella estaría entrando justo en ese instante, compartirían el ascensor, probablemente habría otro momento de pasión desenfrenada entre ambos; nada de eso pasó, compartió su viaje con  alguien que la parecer no entendía que en una llamada no es necesario gritar. Se dirigió a su escritorio y no encontró ninguna carta o mensaje críptico que le indicara que se encontrara con ella a cierta hora en un lugar específico, solo su computador y sus cosas tal como las había dejado la semana anterior.

Al cabo de una horas no lo aguantó más, decidió pasearse por el lugar de trabajo de ella solo para ver qué sucedía. Se asomó mientras fingía que hablaba con un proveedor, y allí estaba aquella chica, trabajando en sus cosas tal y como debía hacer. Si esto fuera una película ella se daría cuenta de su presencia, levantaría la mirada y dejaría escapar una sonrisa pícara mientras le guiñaba el ojo; pero la vida real no funciona así, por un momento lo miró, sonrió cortésmente y volvió a lo suyo. En ese momento él se vio confrontado con lo que estaba haciendo, volvió a su asiento y diligentemente se entregó a su trabajo. Al acabar su jornada por fin se dio un momento para pensar lo que había sucedido, idiotamente se había dejado arrastrar hacia  una ilusión de una fantasía inexistente, esto no era una comedia romántica ni un cuento de hadas, haberse besado con ella una vez en una fiesta no iba a ser el comienzo de su happily ever after. La verdad de todo era que ambos estaban ebrios y se dejaron llevar por los impulsos que les sugiere un ambiente así, pero no más que eso; solo fue un beso y debía seguir su vida como si nada, porque las cosas no son tan sencillas como lo hacen parecer las películas.

martes, 30 de mayo de 2017

El cobertizo de herramientas (II)


Eran las cuatro de la mañana, el cielo seguía oscuro y estaba nublado, la habitación se encontraba como todos los días desde que ocurrió el desencadenante de todo: desordenada. Acababa de despertar de otra de las múltiples pesadillas que había tenido desde entonces, sin embargo, esta vez la oscuridad profunda lo afectó más que antes. No podía distinguir absolutamente nada dentro de esas cuatro paredes, su miopía y astigmatismo lo privaban de poder ver las cosas a pocos metros de él, tenía idea de qué era cada cosa, todo excepto algo... Esa extraña figura al lado de la puerta de la entrada. - ¡Mierda!- Pensó para sí, empezó a sentir cómo varias gotas de sudor frío se agolpaban alrededor de su frente, cómo humedecían su espalda conforme transcurrían los segundos; intentaba hacer algún movimiento o sonido, pero su cerebro, como si lo estuviera protegiendo de ser descubierto, no se lo permitía. Por un instante creyó ver que se acercaba un poco, nunca había sentido tanto miedo como en ese instante, solo pudo cerrar los ojos mientras esperaba una eternidad a que o se dieran las circunstancias de una muerte segura o que la luz del Sol iluminara la habitación, pero tenía más fe en que sucediera lo primero que lo segundo. Empezó a sentir cómo su respiración se hacía cada vez más pesada conforme diferentes imágenes aterradoras empezaban a surcar por su imaginación: la forma pasaba de ser un monstruo con enormes y amarillos dientes que lo podrían desgarrar en cualquier momento, a un asesino en serie con un gancho de pesca que le sacaría todo lo que contiene su cavidad abdominal. Oyó la madera del piso rechinar, eso fue suficiente para su pobre cabeza, se desmayó.

Despertó alrededor de las nueve de la mañana, su habitación a pesar de seguir igual de desastrosa se veía diferente, el naranja de sus cortinas se expandía sobre todas las paredes blancas y les daba un sensación de calidez y tranquilidad que le encantaba. Dirigió su mirada hacia donde se había encontrado a la sobra horas antes, en su lugar solo se encontraba su bata de baño colgada en un perchero, no había ninguna señal de que algo hubiera estado en ese lugar en ningún momento de la noche. Recordó la situación y sintió como un escalofrío lo recorría de pies a cabeza, estaba volviendo a revivir las parálisis nocturnas que tanto lo atormentaban de niño, y ahora todo era por culpa de ella. Se levantó de su cama, se sentó en el borde por unos segundos mientras asimilaba todo antes de ponerse en marcha. ¡Beep, beep, beep! El calendario de su teléfono le recordaba que hoy iba a ser el gran día, por fin iba a dejar todo atrás; por fin iba a acabar con todas esas memorias que lo atormentaban.

Al terminar de hacer lo que una persona común haría antes de salir de su apartamento se montó en el auto que había rentado unos días antes, se dirigió hacia una ferretería un poco más alejada de lo que debería. En el camino repasaba varias veces qué cosas le podrían ser útiles para su pequeño proyecto, ya tenía el lugar, una pequeña cabaña a la salida de la ciudad, tenía a la persona, y tenía planeado qué quería hacer; sin embargo, aún le faltaba materializar cómo lo iba a lograr todo. Estacionó convenientemente a la vuelta de la esquina donde nadie de la tienda pudiera verlo al salir, y finalmente entró.