lunes, 7 de noviembre de 2016

La oportunidad de su vida (I)



Más de una vez se había preguntado cómo hacían las personas para alternar de pareja en pareja tan fácilmente, le daba la impresión de que muchas veces simplemente conseguían a otra persona para satisfacer sus deseos sexuales o - analizando un poco más a fondo su autoestima- su necesidad de atención. Aquellos pensamientos eran tanto amenizados como producidos por el smooth jazz que era tocado por la banda de turno, que para su fortuna, generalmente era lo suficientemente cálida como para acompañarlo mientras evadía sus pensamientos.

No era la primera vez que acudía a aquel bar al salir de su oficina, es mas, ya era tan común verlo allí que el bartender le servía lo mismo de siempre sin siquiera preguntárselo: un vaso de whisky en las rocas. Sin embargo, una noche en la que su marca favorita se había terminado y el nuevo embarque se había retrasado se sintió obligado a cambiar su bebida. Ese momento que se tomó para pensar qué licor lo desconectaría de la realidad se vio abruptamente interrumpido por una imagen contoneante en el rabillo de su ojo, sabía que era casi una obligación voltear a ver cada mujer atractiva que entrara a ese lugar, pues, para él, era potencialmente su próxima pareja en esa fría noche de otoño. Se giró sutilmente con el fin de no mostrar su interés en ella; sin embargo, ella ya tenía su mirada clavada en él desde que puso un pie en el recinto. Fue tal su sorpresa al encontrarse con aquellos ojos verde esmeralda que por unos segundos quedó pasmado, su estrategia parecía haberse destruido sin siquiera haberla echado a andar, la leve sonrisa que recibió en respuesta lo llevó a entumecerse aún más, ya ni siquiera era capaz de respirar de manera inconsciente.

Un llamado del barman lo sacó de su estupefacción, que aunque él sintió que fueron horas, solo pasaron un par de minutos, - señor, le ruego que nos disculpe por no tener su bebida de siempre, pero por favor reciba este martini, la casa invita-. Lo aceptó sin mayor reparo, pero había sido tal su sorpresa con aquella mujer que ni siquiera lo probó en ese instante; simplemente jugueteaba con la aceituna en su copa mientras trataba de entender el porqué de su reacción, ¿que si era muy atractiva? No, fuera de sus llamativos ojos verdes, cabello rojo hasta los hombros, nariz perfecta, piel pálida que iba en conjunto con la justa cantidad de pecas, sus labios rosados y dientes perfectos, - mierda, ¿qué está pasando conmigo? No la he visto antes y ya estoy desvariando con cada aspecto de su rostro, no puedo permitir que...-. El sonido de una voz lo rescató de sus pensamientos, en esas milésimas de segundo mientras giraba su cabeza concluyó que no conocía esa voz de ningún lugar, lo que lo sorprendió un poco, - amigo, no le recomiendo que se quede fantaseando con aquella mujer, si usted no hace un movimiento rápido le apuesto a que otro se lanzará por ella-; volteó velozmente para tratar de ubicarla, no le importaba demasiado quién le hubiera advertido; sin embargo, verificó la veracidad de la advertencia, pues reconoció cómo otros cuantos la miraban con toda la intención de tomarla esa noche.

Se tomó el martini de un solo trago para tomar fuerza para su avance, dejó la copa sobre la barra y se aventuró a cruzar el bar. Sentía que en ese momento tenía la mirada fija de varios de esos buitres que querían arrebatársela, pero eso no le interesaba en lo más mínimo; volvió a ser consciente de su respiración mientras se acercaba e intentó calmarse, - no quiero verme muy emocionado o nervioso la primera vez que le hable- pensaba para sí. Al encontrarse a solo dos mesas de distancia cambió levemente su rumbo hacia el baño - que estaba un poco en diagonal hacia la dirección en la que originalmente iba-, pues a pesar de toda su experiencia y valentía, en este caso el miedo había sido mayor. Entró al baño, se mojó la cara con agua mientras intentaba buscar una explicación a su reacción, no entendía qué era lo que lo ponía tan nervioso de ella, si francamente era una mujer más entre el listado que ya había desfilado junto a él a la salida del bar... Y así, de un momento a otro y casi como una epifanía se dio cuenta de la razón: era ella, la pelirroja a la cual nunca fue capaz de hablarle mientras estaba en la universidad por culpa de su timidez; pero ahora todo había cambiado, ya no era el mismo tipo miedoso de hace unos cuantos años, y este era su momento para demostrarlo.

Abrió la puerta con la convicción de que todo lo que iba a suceder esa noche iba a ser tal y como se lo había imaginado en su momento, pero para su sorpresa la mesa en la que ella se encontraba estaba vacía. Se sintió perplejo y derrotado por unos segundos, había perdido la oportunidad de poder dirigirse a ella como siempre había querido, como siempre se imaginó mientras la veía en sus clases. Caminó hacia la barra con desgano, solo quería pagar por su whisky e irse a su casa para olvidar esa noche; se acercó al bartender para pedirle la cuenta, a lo que este le respondió que él no había tomado whisky y que la casa le había invitado el martini, - ¿prefiere que le llame un taxi señor? No lo veo precisamente bien- le insistía el sujeto mientras secaba una copa. - No gracias, puedo llegar bien a mi casa en mi estado, solo necesito tomar aire fresco y probablemente caminar un rato- respondió mientras se tomaba rumbo hacia la salida; mientras salía revisaba quién pudo haberse ido con ella, pero veía a todos los buitres en sus sitios esperando por una víctima. Recibió el aire frío con desdén, su derrota se sentía abismal y un resfriado solo podría ser algo mejor, comenzó a andar y entonces escuchó cómo alguien abría la puerta del bar con fuerza: era el tipo que lo había llamado a actuar. - amigo, ¡suerte que lo alcanzo! Por poco y deja pasar la oportunidad de su vida, aquella mujer me pidió que le entregara esto, anímese que las cosas solo pueden mejorar-, le entregó una servilleta doblada y regresó adentro. No sabía cómo sentirse al respecto, francamente sentía miedo de lo que pudiera encontrar allí escrito; a pesar de esto, una brisa helada hizo que acelerara su decisión y abrió la rudimentaria carta:

"Hey, te recomiendo que la próxima vez no pienses tanto qué hacer ni disimules - mal- tu miedo escondiéndote en el primer baño que encuentres. Es solo un consejo que te puede servir de mucho.

PD: recuerdo que en la universidad eras un poco menos obvio cuando me veías :)
PDD: tengo planeado venir el próximo viernes a esta misma hora, espero más valentía que la que vi hoy

- Emma".

Su noche había cambiado por completo con esas cuatro líneas escritas en una servilleta de bar, con ese mensaje ya podía dar por hecho varias cosas: i) lo recordaba de la universidad, ii) ella se había dado cuenta de cuánta atención había puesto en ella esa noche, iii) le estaban dando una segunda oportunidad, iv) esos tres días que lo separaban del viernes iban a ser eternos. Guardó la servilleta en su bolsillo, tomó aire y se dirigió hacia su casa; sabía que tenía la oportunidad de su vida, y que no la iba a desperdiciar esta vez.


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