jueves, 10 de agosto de 2017

Cielo nublado


- No hay nada peor que no sentir nada, creo que esa es una de las pocas maldiciones que siguen subsistiendo en la actualidad. El hecho de intentar verse a sí mismo, ver sus propios sentimientos y de todas maneras sentir que lo único que se refleja es un neutro color gris es simplemente agotador. Escuchaba decir a aquél psicólogo en un programa radial, mientras él seguía su camino hacia la universidad; a fin de cuentas realmente no estaba tan equivocado, la neutralidad de los sentimientos puede llegar a agobiar a una persona si no está acostumbrada a eso.

El cielo estaba nublado y el frío estaba demasiado fuerte esa mañana,  casi lo obligaba a esconderse tras su abrigo. Había tenido que despertar absurdamente temprano debido a que su profesora era demasiado estricta respecto a la hora de entrada e inicio de la clase, sin importar todos los factores externos e involuntarios que pudieran llegar a afectar el trayecto al ser la primera clase del día. Al llegar al salón recibió una completa indiferencia de las pocas personas que se encontraban allí, no conocía a nadie y tampoco es que le interesara demasiado hacer amigos, nunca fue y ahora sigue sin ser su prioridad. Sin embargo, no pudo dejar pasar un pequeño grupo que se estaba riendo, se preguntaba cómo podían ser tan felices a esa hora de la mañana en un día como ese; parecían tan felices y unidos que por un momento deseó estar con ellos, pero esa ilusión se fue tan rápido como llegó.

Continuó su día y tuvo que dirigirse a la biblioteca a hacer las lecturas que le faltaban para el día, consiguió un puesto y se dispuso  a leer; sin embargo, no fue capaz. En su cabeza seguía una reminiscencia de aquel grupo que le había llamado la atención antes, sintió un pinchazo en su estómago al que reconoció como nostalgia y culpa; trató de sacudir ese pensamiento y se concentró en lo que debía hacer. Pasaron un par de horas y por fin pudo acabar, miró su reloj y se dio cuenta de que aún tenía bastante tiempo antes de su siguiente clase, no pudo evitar sentirse vacío al verse sin tener a quién escribirle para molestar un rato; no entendía el porqué, pero poco a poco se sentía peor.

Pasaron un par de semanas en la misma tónica y en su clase de la mañana tuvo que hacer un grupo, y nunca supo si fue por coincidencia o si el universo le había concedido lo que tanto había querido, pero precisamente ese día el grupo que había llamado su atención se había sentado en la fila siguiente a la de él. Tan pronto como él empezó a buscar con su mirada alguien con quién hacerse escuchó una voz que lo llamaba, - hola, ¿tienes grupo o te quieres hacer con nosotros?- Se sorprendió al ver que lo miraban fijamente unos ojos color miel, y solo pudo atinar a asentir con la cabeza. Tuvo la oportunidad de conocerlos un poco más durante la clase, y algo dentro de él le dijo que podía confiar en ellos, que por fin había encontrado un grupo de amigos. Por primera vez durante el semestre sintió que el cielo nublado por fin se veía un poco más despejado.


sábado, 17 de junio de 2017

¿Por qué las cosas no son tan sencillas como lo hacen parecer las películas?


¿Por qué las cosas no son tan sencillas como lo hacen parecer las películas? Sí, es un absurdo enorme, pero de igual manera era una pregunta válida. La ficción ha provocado que se hayan eliminado ciertos límites de la vida real, ha llevado a personas a creer que simplemente porque les guste una persona debe existir luego una relación romántica, creo el mito de la friendzone

No tenía la vista a la ciudad con la que siempre había soñado, fuera de su ventana solo podía ver las cortinas blancas del apartamento de enfrente; a pesar de esto, le gustaba imaginarse que existía algo más allá que eso. Esa tarde no tenía nada de especial, habían unas cuantas nubes en el cielo, no tantas como para prever una tormenta ni tan pocas como para que se viera el Sol en su esplendor. Hacía calor y a la vez frío, odiaba ese tipo de climas por sobretodo, no soportaba que se pusiera una chaqueta y luego se la tuviera que quitar porque hacía calor, y luego al hacerlo otra vez sintiera que se le calaban los huesos.

Su experiencia en la vida lo había llevado a darse cuenta de que la realidad es más cruel de lo que siempre creyó, pero no lo suficiente como para que su caso fuera especial y llegara un ángel desde el cielo a ayudarlo. Vivía en la clase media, y por ende podía darse ciertos lujos pero no los suficientes que le gustarían. Su trabajo como oficinista era monótono y rara vez le sucedía algo interesante, sus compañeros eran gente promedio y nadie tenía la intención de romper el delicado equilibrio que habitaba allí.

Si viviera en una comedia romántica probablemente este era el momento en el que aparecía inesperadamente una nueva empelada en la oficina o se chocaba con una encantadora extraña al recibir su café matutino, pero esto no era así. Con el paso del tiempo había llegado a  tener la madurez suficiente como para entender que no podía esperar un milagro del universo, sino que él mismo debía fabricar sus oportunidades, si es que creía que existía alguna. Sin embargo, fabricar oportunidades no era algo que lo emocionara ni que le robara al menos un minuto diariamente, pues había entendido que muchas veces era mayor la apuesta que los chances de lograr algo; y definitivamente no quería hacer un negocio tan malo, aún era racional como para huir de decisiones tan erradas.

A pesar de esto, durante una fiesta de su empresa se encontró de frente con una situación que no podía dejar pasar. Dentro de las personas que se encontraban en ese lugar estaba aquella mujer a la que tanto admiraba, que de alguna manera le llamaba la atención lo suficiente como para cometer algún acto impropio de él. Ella era de un departamento diferente al de él, pero trabajando con ella en el proyecto de una naviera se dio cuenta de la calidad de persona que tenía delante: responsable, amable, centrada, y hasta un poco risueña; el coctel perfecto para tomar malas decisiones. Aún era lo suficientemente temprano para poder acercarse a ella, pero tan tarde como para que no existieran silencios incómodos. Se acercó e intentó hacer un chiste sobre el ambiente en general, normalmente no hubiera funcionado, pero el licor en su sangre la llevó a soltar una tímida risa.

Pasó el tiempo y se iban acomodando más y más vasos en la mesa frente a ellos, hasta que finalmente ambos se encontraron ahogados en la deshinibición que va de la mano con el alcohol. En un momento, y sin que nadie se diera cuenta, ambos salieron del lugar y pasaron a la parte trasera del edificio; allí comenzaron a besarse como si se amaran locamente. Al cabo de unos minutos y una cuantas caricias escucharon voces que se acercaban peligrosamente hacia donde estaban, decidieron esconderse y rogar porque no los encontraran, pues las relaciones entre compañeros de trabajo eran prohibidas completamente. Pasaron unos segundos eternos y las voces se fueron apagando a lo lejos, sin embargo decidieron que ese era un susto suficiente por esa noche, se despidieron con otro beso apasionado y tomaron caminos separados. Al llegar a su casa, él no podía creer qué había pasado esa noche, la había besado a ella contra todo lo que había pensado; fabricó su oportunidad y ahí tenía su merecido resultado.

Pasó el fin de semana y en su camino a la oficina se preguntaba si debía hacer algo para llamar la atención de ella, ¿debía llevarle flores? ¿Tal vez chocolates? ¿Solo saludarla e invitarla a un café o a almorzar? Nada de eso, debía mantener la cabeza fría y concentrarse en sus deberes; no iba a romper el delicado equilibrio de su equipo de trabajo. Entró a su oficina, se dirigió al ascensor y por algún instante se le ocurrió que si fuera una película ella estaría entrando justo en ese instante, compartirían el ascensor, probablemente habría otro momento de pasión desenfrenada entre ambos; nada de eso pasó, compartió su viaje con  alguien que la parecer no entendía que en una llamada no es necesario gritar. Se dirigió a su escritorio y no encontró ninguna carta o mensaje críptico que le indicara que se encontrara con ella a cierta hora en un lugar específico, solo su computador y sus cosas tal como las había dejado la semana anterior.

Al cabo de una horas no lo aguantó más, decidió pasearse por el lugar de trabajo de ella solo para ver qué sucedía. Se asomó mientras fingía que hablaba con un proveedor, y allí estaba aquella chica, trabajando en sus cosas tal y como debía hacer. Si esto fuera una película ella se daría cuenta de su presencia, levantaría la mirada y dejaría escapar una sonrisa pícara mientras le guiñaba el ojo; pero la vida real no funciona así, por un momento lo miró, sonrió cortésmente y volvió a lo suyo. En ese momento él se vio confrontado con lo que estaba haciendo, volvió a su asiento y diligentemente se entregó a su trabajo. Al acabar su jornada por fin se dio un momento para pensar lo que había sucedido, idiotamente se había dejado arrastrar hacia  una ilusión de una fantasía inexistente, esto no era una comedia romántica ni un cuento de hadas, haberse besado con ella una vez en una fiesta no iba a ser el comienzo de su happily ever after. La verdad de todo era que ambos estaban ebrios y se dejaron llevar por los impulsos que les sugiere un ambiente así, pero no más que eso; solo fue un beso y debía seguir su vida como si nada, porque las cosas no son tan sencillas como lo hacen parecer las películas.

martes, 30 de mayo de 2017

El cobertizo de herramientas (II)


Eran las cuatro de la mañana, el cielo seguía oscuro y estaba nublado, la habitación se encontraba como todos los días desde que ocurrió el desencadenante de todo: desordenada. Acababa de despertar de otra de las múltiples pesadillas que había tenido desde entonces, sin embargo, esta vez la oscuridad profunda lo afectó más que antes. No podía distinguir absolutamente nada dentro de esas cuatro paredes, su miopía y astigmatismo lo privaban de poder ver las cosas a pocos metros de él, tenía idea de qué era cada cosa, todo excepto algo... Esa extraña figura al lado de la puerta de la entrada. - ¡Mierda!- Pensó para sí, empezó a sentir cómo varias gotas de sudor frío se agolpaban alrededor de su frente, cómo humedecían su espalda conforme transcurrían los segundos; intentaba hacer algún movimiento o sonido, pero su cerebro, como si lo estuviera protegiendo de ser descubierto, no se lo permitía. Por un instante creyó ver que se acercaba un poco, nunca había sentido tanto miedo como en ese instante, solo pudo cerrar los ojos mientras esperaba una eternidad a que o se dieran las circunstancias de una muerte segura o que la luz del Sol iluminara la habitación, pero tenía más fe en que sucediera lo primero que lo segundo. Empezó a sentir cómo su respiración se hacía cada vez más pesada conforme diferentes imágenes aterradoras empezaban a surcar por su imaginación: la forma pasaba de ser un monstruo con enormes y amarillos dientes que lo podrían desgarrar en cualquier momento, a un asesino en serie con un gancho de pesca que le sacaría todo lo que contiene su cavidad abdominal. Oyó la madera del piso rechinar, eso fue suficiente para su pobre cabeza, se desmayó.

Despertó alrededor de las nueve de la mañana, su habitación a pesar de seguir igual de desastrosa se veía diferente, el naranja de sus cortinas se expandía sobre todas las paredes blancas y les daba un sensación de calidez y tranquilidad que le encantaba. Dirigió su mirada hacia donde se había encontrado a la sobra horas antes, en su lugar solo se encontraba su bata de baño colgada en un perchero, no había ninguna señal de que algo hubiera estado en ese lugar en ningún momento de la noche. Recordó la situación y sintió como un escalofrío lo recorría de pies a cabeza, estaba volviendo a revivir las parálisis nocturnas que tanto lo atormentaban de niño, y ahora todo era por culpa de ella. Se levantó de su cama, se sentó en el borde por unos segundos mientras asimilaba todo antes de ponerse en marcha. ¡Beep, beep, beep! El calendario de su teléfono le recordaba que hoy iba a ser el gran día, por fin iba a dejar todo atrás; por fin iba a acabar con todas esas memorias que lo atormentaban.

Al terminar de hacer lo que una persona común haría antes de salir de su apartamento se montó en el auto que había rentado unos días antes, se dirigió hacia una ferretería un poco más alejada de lo que debería. En el camino repasaba varias veces qué cosas le podrían ser útiles para su pequeño proyecto, ya tenía el lugar, una pequeña cabaña a la salida de la ciudad, tenía a la persona, y tenía planeado qué quería hacer; sin embargo, aún le faltaba materializar cómo lo iba a lograr todo. Estacionó convenientemente a la vuelta de la esquina donde nadie de la tienda pudiera verlo al salir, y finalmente entró.

martes, 11 de abril de 2017

El cobertizo de herramientas (I)


Llevaba alrededor de 30 minutos examinando las diferentes herramientas colgadas en la pared y puestas en las repisas, veía martillos, destornilladores, cinta adhesiva, llaves de tuercas, entre otros varios instrumentos que podrían servirle; sin embrago, aún no podía decidirse a comprar alguna.

- Disculpe señor, ¿puedo ayudarlo en algo? Veo que lleva bastante tiempo estudiando todos nuestros productos, pero no se ha decidido por ninguno todavía- decía uno de los ayudantes del local -¿tiene algún proyecto en específico? A lo mejor yo conozco qué tipo de elemento lo ayudaría a realizarlo.
 - Sí tengo un proyecto en mente si le soy sincero, pero dudo bastante que usted quiera conocer al respecto; es más, me atrevería a decir que aunque se lo contara, usted no tendría las mismas dudas que yo-, respondía el extraño en un tono misterioso y oscuro.

El joven trabajador dudó por unos instantes en qué decir, sintió un mal presentimiento sobre el hombre que tenía frente a él, pero no podía simplemente huir. Se aclaró la voz y con determinación agregó - sé que soy joven, pero tengo amplia experiencia en estos temas, creo que sí puedo ayudarlo si usted lo permite señor-. El hombre lo miró de la forma más inexpresiva que pudo, como si estuviera mirando a una pared y no a una persona; finalmente volteó hacia él, agachó un poco la cabeza y buscó algo en su bolsillo, sacó una foto y se la extendió. El joven miró extrañado la foto, era una mujer de unos 25 años, ojos miel, cabello castaño, y mirada agradable; - mi única misión es conquistarla, pero para hacerlo debo encontrar las herramientas adecuadas-, decía el hombre mientras alcanzaba la fotografía y la volvía a guardar -¿aún cree poder ayudarme?

El joven se quedó sin habla, no sabía qué responder, y su cabeza se estaba llenando de preguntas en ese instante: ¿debo ayudarlo? ¿Y si en realidad es un psicópata que solo quiere secuestrar a esa pobre mujer? ¿Y si lo ayudo y la mata, seré cómplice? ¿Debo alertar a las autoridades sobre este hombre? Sin embargo, antes de que pudiera terminar de pensar, el hombre le chasqueó los dedos frente a su nariz en señal de que se despertara - te lo dije chico, no eres el adecuado para este tema; ahora, te agradecería si me dejaras solo y no me molestaras hasta que decida qué llevaré-. El joven solo asintió, y sin decir una sola palabra, se dirigió hacia el mostrador y luego a la parte trasera; necesitaba aire.

Volvió al cabo de un par de minutos, sobre el mostrador encontró un par de billetes y una nota: me llevo un rollo de cinta, una cuerda, y un serrucho. Te pago todo y toma lo que sobre como propina por haber intentado ayudar. Sudó frío al hacer el recuento de lo que se había llevado del almacén, en su cabeza pensó los peores escenarios, prácticamente tenía un potencial asesino y lo había dejado escapar sin la más mínima resistencia. En un ataque de adrenalina decidió salir corriendo por la puerta principal, necesitaba saber el paradero de aquél sujeto, miró rápidamente en todas las direcciones buscando alguna señal, pero no vio a nada; parecía que se hubiera esfumado en el acto. Volvió a la tienda temiendo lo peor, tratando de no dejar que la culpa lo carcomiera.


La ética del Partido


NOTA: este cuento fue escrito para una clase de ética, por eso tanto énfasis en el tema. Además, debía tener como base 1984 (Orwell) y Un Mundo Feliz (Huxley), razón por la que habrán grandes similaridades y referencias a los textos durante la historia.

Unitopia no ha sido la misma desde que el régimen tomó el poder - no conozco cómo se llamaba el país antes de todo esto, esa era una información, que pareciera, se desapareció de la faz de la Tierra-. El Partido Urisprak controlaba cada uno de los aspectos en la vida de nosotros los ciudadanos, desde los más simples como la forma de vestirnos, como los sucesos que el común conocía como 'el pasado'. Esta no era la única artimaña que utilizaban para mantenerse en el poder, también habían empezado a modificar el lenguaje, y trataban de mantener a todos en un estado de pasividad a través de sustancias psicoactivas especialmente creadas para este fin. Sin embargo, yo era consciente de todo esto, y no podía permitir que un grupo de personas tan repulsivas impusieran su estrecho punto de vista sobre cómo debíamos 'desarrollar libremente nuestra personalidad'; más aún, cuando utilizan un oficio tan noble como el Derecho para legitimar sus conductas, eso simplemente es la gota que rebosó el vaso.

Yo no hago parte de la generación que vivió el ascenso al poder del Supremo Líder Dolandberg, ni siquiera hago parte de aquellos que evidenciaron la consolidación y evolución del Partido, esos fueron mis abuelos y mis padres respectivamente; sin embargo, todos ellos me transmitieron sus historias de cómo era el mundo antes, de cómo cada persona tenía una amplia gama de derechos civiles y políticos, de cómo funcionaban las democracias, donde a pesar de todo, ganaba el candidato que mayor voto popular lograba amasar. Provengo de una línea familiar que siempre se ha dedicado a algo que antes era conocido como Derecho, según me contaban era una de las profesiones más bellas que podían existir, pues ellos se encargaban de hacer cumplir los derechos de las personas cuando estos se veían violado; mi abuelo siempre que recordaba sus días ejerciendo, repetía la siguiente frase "puede que el Derecho no siempre sea justo, pero es responsabilidad de nosotros los abogados actuar de manera ética para contrarrestar esta situación". Y siempre cumplió su palabra, desde el día uno se opuso fervientemente al régimen utilizando todas las herramientas jurídicas que tenía a la mano, luchó a través de debates, demandas, y acciones; pero siempre siguiendo sus principios, nunca utilizó el Derecho de una manera cuestionable, en todo momento actuó dentro de un margen ético que yo considero era impecable. Puede que esta haya sido una de la razones para que nuestra familia siguiera siendo de una de las castas altas, ahora que nos dividían en clases solo los que estaban en los primeros niveles eran capaces de llegar a tomar uno de los puestos en el Parlamento - la institución más corrupta en un sistema absolutamente podrido-. 

Mi padre viéndose beneficiado por esto y siendo altamente influenciado por el modo de ver el mundo de mi abuelo, decidió oponerse de igual manera al Partido con todas sus fuerzas. Mientras estaba en la universidad intentó mostrarles a todos cómo era el mundo anteriormente, sus principales herramientas eran libros de historia donde explicaba los distintos regímenes totalitarios como el del italiano Mussolini, y sobretodo, obras literarias como 1984 de George Orwell y Un mundo feliz de Aldous Huxley - sus libros favoritos-, narraciones que casi parecían presagios de la sociedad en la que vivíamos. Pasó el tiempo y una vez se graduó se unió a mi abuelo en su lucha contra la visión del Líder, con ellos dos en posiciones de poder la oposición tomó una gran fuerza, lograron a través de diferentes estrategias jurídicas que en las escuelas se utilizara literatura del siglo XX y anteriores, que para ese momento ya habían sido eliminadas del sistema educativo y enterradas en oscuros pasadizos en bibliotecas derruidas que nadie conocía. Lastimosamente para todos, el Partido ya había logrado el control total para ese momento, y no le interesaba que nadie estuviera amenazando todo el esquema político-social que tanto esfuerzo les había costado construir; por esta razón, un día mientras dormíamos llegó un equipo del Ministerio de Protección del Pueblo - cuyo absurdo lema era "los vigilamos para protegerlos de ustedes mismos", como si nosotros tuviéramos que protegernos de pensar como individuos- y se llevó tanto a mi padre como a mi abuelo a sus oficinas, un alto edificio de cristales oscuros en el centro de la ciudad sobre el que corrían mitos horrendos; no los volví a ver en al menos un mes, y cuando volvieron, lo único que distinguía era miedo en sus ojos. A partir de este momento Dolandberg firmó distintos decretos ejecutivos con el fin de acabar con cualquier tipo de revolución que pudiera darse, pero lo hizo borrando todas las raíces: ahora, todo tipo de arte era prohibido y los libros eran quemados en la Plaza Bokanovski - llamada así en honor a un gran genetista-, cualquier conocimiento sobre el mundo anterior a Unitopia debía ser evaluado por oficinas especiales avaladas por el Partido, desde pequeños todos debían aprender, comprender, y repetir los distintos principios bases del régimen. A partir de este instante perdimos todo aquello que nos daba la posibilidad de 

Tuvo que pasar cerca de una año para que ellos empezaran a hablar sobre las situaciones tan traumáticas que vivieron. A pesar de que no recordaban mucho, tenían imágenes de haber sido sometidos a torturas tanto físicas como psicológicas, los atormentaban haciéndolos enfrentarse a sus mayores miedos a través de una simulación en un cuarto especial al que conocían como la habitación 505, y en la noche, les reproducían incontables grabaciones para programarlos neurolinguísticamente y hacerlos olvidar conceptos y palabras que pudieran atentar contra el 'orden establecido' como: libertad, derechos humanos, democracia, oposición, ética, entre otras más. Ver que habían perdido la parte más pasional de su ser me deprimía, así que durante casi dos años les reintroduje todas aquellas ideas e ideales que habían perdido, lo que más me costó explicarles era el papel ético del Derecho frente a este régimen totalitario en el que nos encontrábamos, ese deber que tanto habían defendido años atrás. Admito que lo más atinado que logré explicarles fue que el Derecho no estaba creado para limitar la autonomía de las personas en situaciones ordinarias, todo lo contrario, con él se busca hacer valer una lista de derechos básicos que tenemos cada ser humano por el simple hecho de existir; y que Donaldberg estaba quebrantando todos los límites éticos que podía con sus actuaciones, pues en ningún momento estaba protegiendo un bien jurídico superior con la anulación de un derecho, sino que lo único que buscaba utilizando normas era darle una falsa legitimidad a su dominio sobre nosotros, sobre nuestra autonomía como seres humanos. Les tomó un poco de tiempo procesar las palabras que les dije, pero por un instante, pude ver cómo recuperaban esa chispa, esa esperanza de que todo podría ser como antes si lográbamos enviar el mensaje a todos los demás; así que poco tiempo más se demoraron para volver al escenario público para mostrar las atrocidades que se estaban cometiendo contra nuestros derechos más básicos, esta vez no les importaban las consecuencias, pues ya habían sobrevivido una vez a los castigos del Partido, y no les importaba morir por sus principios.

Todos cometimos un error, ninguno previó que nuestro propio hogar pudiera estar siendo monitoreado, así que nuestros captores al ver que no tenían miedo ni de los castigos ni de la muerte decidieron hacerles algo peor, exiliarlos. Al parecer cuando un individuo conseguía ser demasiado consciente de su existencia como ser autónomo y que no debía seguir ninguna decisión de un líder ilegítimo era enviado a una isla, en ella no había manera de que se pudiera convertir ni en vocero ni en mártir, simplemente iba a ser completamente desprestigiado por los diferentes medios - claramente controlados por el Partido- dando a entender que se había aliado con el régimen buscando únicamente lo mejor para él y todo su discurso acerca de la búsqueda de lo mejor para todos era claramente incoherente e hipócrita. No se hizo esperar la acción del Partido, y tal como lo tenían planeado, toda la imagen de mi abuelo y mi padre fue manchada, y en consecuencia toda la imagen de mi familia se manchó; ya no había manera de que yo pudiera seguir con la revolución por la que tanto ellos habían luchado, hasta que la conocí.

Nunca supe su nombre real, solo se presentó como Corsair. Según la historia que me contó, ella era parte de una red secreta de revolucionarios que querían acabar el régimen de Dolandberg, y estaban cerca de lograrlo. Planeaban hacer un atentado contra él y sus consejeros más allegados, pues tenían una reunión en una casa especial en la cual ya se habían infiltrado; solo les faltaba conseguir un personaje que tomara las riendas para el público cuando todo detonara - literalmente-, y me querían a mí para ser ese alguien. En ese momento tuve un dilema ético, ¿la muerte de alrededor de 10 personas era algo legítimo si se buscaba destruir el régimen? Dudé, debo admitirlo, pero finalmente mi respuesta fue: no. La vida de cada individuo es invaluable, no hay ninguna situación en la que de manera premeditada se pueda eliminar con el fin de buscar algo supuestamente superior o mejor, no me iba a prestar para eso. Corsaire apeló a lo que sabía que probablemente iba a tener más resultado, me recordó cómo el Derecho en otras situaciones había permitido asesinar con el fin de buscar algo que iba a ser positivo para la sociedad, como la pena de muerte o las muertes en caso de guerra; sin embargo, mi postura seguía firme, para mí, utilizar esta disciplina como pretexto para legitimar una conducta claramente antiética era algo que nunca haría, eso sería traicionar la base de todo por lo que lucho. Corsaire lo entendió, me felicitó por la valentía que tenía para defender mis ideales y principios sobre cualquier cosa, me reconoció que le hubiera encantado tener a alguien así en la red; pero que, sin embargo, mi negativa solo le dejaba una opción posible, a lo que yo asentí, conociendo a lo que me enfrentaría. Así que aquí estoy, al borde de uno de los edificios más altos de la ciudad, siento cómo el viento me hace balancear debido a su fuerza; en mis últimos momentos recuerdo a mi abuelo y a mi padre, sonrío, sé que si hubieran visto mi reacción a la propuesta estarían orgullosos de mí. No me siento mal ni tengo miedo, creo que no hay muerte más noble que la que se produce por proteger mis principios e ideales... Cierro los ojos, de repente escucho el sonido de un disparo, todo se convierte en negro, es el momento.