jueves, 10 de agosto de 2017

Cielo nublado


- No hay nada peor que no sentir nada, creo que esa es una de las pocas maldiciones que siguen subsistiendo en la actualidad. El hecho de intentar verse a sí mismo, ver sus propios sentimientos y de todas maneras sentir que lo único que se refleja es un neutro color gris es simplemente agotador. Escuchaba decir a aquél psicólogo en un programa radial, mientras él seguía su camino hacia la universidad; a fin de cuentas realmente no estaba tan equivocado, la neutralidad de los sentimientos puede llegar a agobiar a una persona si no está acostumbrada a eso.

El cielo estaba nublado y el frío estaba demasiado fuerte esa mañana,  casi lo obligaba a esconderse tras su abrigo. Había tenido que despertar absurdamente temprano debido a que su profesora era demasiado estricta respecto a la hora de entrada e inicio de la clase, sin importar todos los factores externos e involuntarios que pudieran llegar a afectar el trayecto al ser la primera clase del día. Al llegar al salón recibió una completa indiferencia de las pocas personas que se encontraban allí, no conocía a nadie y tampoco es que le interesara demasiado hacer amigos, nunca fue y ahora sigue sin ser su prioridad. Sin embargo, no pudo dejar pasar un pequeño grupo que se estaba riendo, se preguntaba cómo podían ser tan felices a esa hora de la mañana en un día como ese; parecían tan felices y unidos que por un momento deseó estar con ellos, pero esa ilusión se fue tan rápido como llegó.

Continuó su día y tuvo que dirigirse a la biblioteca a hacer las lecturas que le faltaban para el día, consiguió un puesto y se dispuso  a leer; sin embargo, no fue capaz. En su cabeza seguía una reminiscencia de aquel grupo que le había llamado la atención antes, sintió un pinchazo en su estómago al que reconoció como nostalgia y culpa; trató de sacudir ese pensamiento y se concentró en lo que debía hacer. Pasaron un par de horas y por fin pudo acabar, miró su reloj y se dio cuenta de que aún tenía bastante tiempo antes de su siguiente clase, no pudo evitar sentirse vacío al verse sin tener a quién escribirle para molestar un rato; no entendía el porqué, pero poco a poco se sentía peor.

Pasaron un par de semanas en la misma tónica y en su clase de la mañana tuvo que hacer un grupo, y nunca supo si fue por coincidencia o si el universo le había concedido lo que tanto había querido, pero precisamente ese día el grupo que había llamado su atención se había sentado en la fila siguiente a la de él. Tan pronto como él empezó a buscar con su mirada alguien con quién hacerse escuchó una voz que lo llamaba, - hola, ¿tienes grupo o te quieres hacer con nosotros?- Se sorprendió al ver que lo miraban fijamente unos ojos color miel, y solo pudo atinar a asentir con la cabeza. Tuvo la oportunidad de conocerlos un poco más durante la clase, y algo dentro de él le dijo que podía confiar en ellos, que por fin había encontrado un grupo de amigos. Por primera vez durante el semestre sintió que el cielo nublado por fin se veía un poco más despejado.