domingo, 18 de febrero de 2018

La noche de París


La noche fría cubría París. Las pocas estrellas que las luces de la ciudad permitían ver centelleaban a lo lejos, pálidas y pequeñas en tan inmenso lienzo negro; en contraste, la luna llena fulguraba como pocas veces en el año, dándole así un efecto menos vacío a la cúpula celeste y regalándole un poco de su luz al vacío Sena. París siempre se ha caracterizado por ser bella en todos sus aspectos, además de lograr el efecto de que cada minucia sea una atracción turística, no es lo mismo decir "voy al café de la esquina" a decir "voy a un café parisino"; la magia de la Ciudad Luz envuelve todo lo que se encuentra en ella, incluso a sus visitantes.

Víctor era un turista cualquiera en las calles de esta mágica ciudad, había viajado con su familia por primera vez en su vida al viejo continente, y su primera parada era Francia. Sus padres si bien conocían el inglés, no eran demasiado buenos al momento de hablarlo, por lo que era su deber como el hermano mayor hacer de traductor siempre que fuera necesario; sin embargo, su hermano y su hermana era de mucha ayuda en todo momento, pues muchas veces habían ocasiones donde necesitaba apoyo. Los tres hermanos eran los que dirigían el viaje, escogían los lugares y los momentos oportunos para visitarlos, mientras que sus padres solo se limitaban a seguirlos confiando en su buen gusto.

La primera noche luego del viaje Víctor no podía dormir debido al jetlag, lo que lo impulsó a sentarse en la única silla con la que contaba su habitación de hotel, afortunadamente esta se encontraba en un pequeño balcón con vista a una amplia calle cuyo nombre no recordaba. Se puso sus audífonos e intentó escuchar un poco de jazz francés, creía firmemente que la magia parisina iba a lograr que escribiera, por fin, algo de lo que se sintiera lo suficientemente orgulloso como para hacerlo público; pues su sueño era convertirse en un gran escritor. Cogió su celular intentando obtener inspiración, pasaron minutos y hasta una hora, pero esta no llegó nunca; a diferencia del cansancio que por fin se apoderó de él.

Estaba a punto de entrar a su habitación cuando sintió un leve olor a humo de cigarrillo, lo que le llamó la atención, pues eran las dos de la madrugada, un poco temprano para que alguien estuviera fumando. Siguió el olor y descubrió que  a dos balcones de su habitación, en el hotel contiguo, estaba una chica. Ella era blanca y tenía sus mejillas rosadas, cabello castaño claro, ojos grandes y de color avellana, y una nariz pequeña y delicada. Le llamó la atención verla, como si algo lo llamara a interactuar con ella; sin embargo, aprovechó que no había prendido la luz de su balcón y todo seguía en penumbra para observarla un poco más. Ella fumaba sin ningún apuro, notaba su satisfacción al hacerlo, mientras se recostaba sobre el borde del balcón; observaba la ciudad, sus ojos inquietos se centraban en los distintos puntos que veía desde allí: la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, el Sena y a su lado Notre Dame. De un momento a otro apagó su cigarrillo contra el borde del muro de su balcón, respiró hondo, apagó la luz y volvió a su habitación. Víctor se había quedado completamente enganchado viendo a esa chica, no quería volver a su realidad hasta que una ráfaga de viento lo obligó a hacerlo, volvió a su cama y se aseguró de no olvidar su rostro: - quiero soñar con ella- fue lo último que dijo antes de caer dormido profundamente.

Se encontraba por iniciar el gran baile que daba el alcalde en el más lujo salón que hubiera visto nunca, todas las piezas de metal eran doradas, todo lo demás era en madera tan bien pulida que podías ver tu reflejo como si de un espejo se tratara. Los músicos tocaban violonchelos, violas y violines para amenizar la noche, las parejas bailaban alegremente en la mitad de la pista mientras él estaba recostado junto a una pared. De repente, vio como de una de las puertas que daban acceso al salón entraba la chica que había visto antes, no habría manera de que la olvidara y por supuesto hoy se encontraba más despampanante que antes: un vestido negro, tacones, y una gargantilla del mismo color la hacían ver aún más bella que la pijama rosada con huellas que le había visto la noche del balcón. Se encontraba sola y se veía un poco temerosa en aquella sala, lo que Víctor aprovechó para lentamente acercarse a invitarla a bailar. Ella, un poco sonrojada, aceptó su invitación y como mejor pudo, luego de advertirle que no sabía bailar, se dejó llevar tanto por la música como por los movimientos que él le proponía. Al verla un poco más de cerca Víctor no podía dejar de ver sus ojos, era como si esos tres lunares en sus iris lo hubieran atrapado por completo.

Sabía que debía hablarle, pero no sabía qué decirle, tenía diez mil ideas en la cabeza, pero según él cada una era peor que la anterior. Al final decidió que lo primero era presentarse, inspiró y viéndola a los ojos dijo 
- ehhh... I'm sorry for not being polite, my name is Víctor-.
- Lo siento, no hablo muy bien inglés- sonrió de vuelta mientras lo veía un poco apenada.
- No te preocupes, mi idioma nativo es español. Ahora sí, mucho gusto, mi nombre es Víctor- dijo un poco apresurado.
Ella soltó una pequeña risa tímida y tierna, - mucho gusto, mi nombre es Fernanda- le dijo devolviéndole una mirada ensoñadora.

En ese momento sonó su celular, eran las 6:00 am y su mamá lo estaba despertando para que no se le hiciera tarde, colgó la llamada y miró el techo de la habitación. - Fernanda...- Decía mientras suspiraba e intentaba saber qué tan real pudo ser ese sueño. No iba a estar tranquilo hasta saber, al menos, que ese era su nombre. Debía encontrarla otra vez, estaba seguro de que lo que había pasado esa noche no era solo un sueño, tal vez la magia de París estaba haciendo de las suyas con ellos.

domingo, 21 de enero de 2018

El olor del cigarrillo


Siempre le molestó el olor del cigarrillo, odiaba la mezcla entre el alquitrán y el tabaco. Sin embargo, allí estaba feliz viendo a una mujer fumar; aunque claro, no era cualquier mujer, era la mujer que amaba.

Mucho tiempo pasó para poder sentir lo que sentía, años de espera e impaciencia le pesaban en sus hombros. Seguía cada día de su vida solamente esperando que algún día se diera aquello que el resto del mundo llamaba 'amor'. No lo conocía, en su momento creyó hacerlo, pero el tiempo se encargó de demostrarle que no era así, incluso cuando él mismo no entendía el mensaje que llegaba de mil y un formas diferentes.

Llegó a la conclusión de que debía esperar luego de que todo lo demás falló, buscarlo, imponerlo, rogarlo, crearlo, ignorarlo... Ya no le quedaba más opción que simplemente dejar que las cosas fluyeran "a ver si algún día se daba el milagro". Duró tiempo en su espera, intentando analizar y sin hacer nada que fuera a delatar su posición, todo lento y con premura, como si estuviera preparando un soufflé que ante cualquier atisbo de fuerza se puede hundir sin que exista vuelta atrás.

Sin embargo, un día sucedió. No hubo una razón específica para que se enamorara como lo hizo, al intentar recordarlo simplemente tiene en su cabeza varias escenas cortas de la misma tarde: la primera era él jugando con ella a ver quién podía mantener más tiempo la mirada, él ganó y no pudo evitar sonreír al verla sonrojarse y mover sus labios en una tímida sonrisa. La segunda era él intentando jugar con ella con una botella de agua. Sin duda alguna la imagen que se pegó en su cabeza es sin duda alguna la de ella, blanca con mejillas sonrojadas, sus grandes ojos cafés brillando, su cabello castaño un poco más abajo que sus hombros, y una blusa roja enmarcando toda la escena.

Ese día se dio cuenta de lo que se le había pasado por alto tantas veces en el pasado, al saludarla un par de semestres antes en una clase que compartían, al hablar con ella mientras fumaba luego de un parcial, al realizar un proyecto juntos para la clase que los unió. Se dio cuenta de que frente a él se encontraba una mujer a la que quería conocer más a fondo, con la que quería pasear y hablar hasta que dejara de haber luz en los parques, de la que quería hacer parte de su vida, por la que le dejara de molestar el olor del cigarrillo.

domingo, 7 de enero de 2018

Sangre y Venganza


Corría por el campo de batalla, en sus ojos no se veía esa chispa de vida que tenemos todas las personas, solo se veía un negro y profundo vacío en sus pupilas. Había dejado de ser persona y se había convertido en una máquina de matar, su único objetivo era vengar la muerte a sangre fría de su esposa a manos del Magisterio.

La guerra entre el Magisterio y la Rebelión inició como cualquier revuelta que se hace contra una dictadura, impuestos altos, exceso de fuerza por parte de las fuerzas de defensa, limitación de los derechos de las personas, pero sobretodo la sanguinaria cacería a aquellos que se opusieran al gobierno. El artífice de esto era el General Zhun, un líder ególatra y psicótico que heredó la fuerza política de su padre, el Gran Emperador Shan. La rebelión inició con pequeñas revueltas y protestas contra las decisiones gubernamentales, pero escaló a una guerra civil desde el momento en el que se ordenó ejecutar en la plaza central de Crosswind a los capturados y posteriormente juzgados - que en realidad no siquiera fue un juicio, fue al estilo romano: el Zhun solo bajó su pulgar y con eso los sentenció- por colgar una pancarta con la consigna de la rebelión "pelearemos hasta que no quede a quién gobernar" alrededor de la gran estatua de Shan.

Dentro de los ejecutados se encontraba Ting, una joven con alma rebelde y con toda la intención de acabar la tiranía que se cernía sobre su país. Antes de que todo comenzara era una estudiante de Leyes, creía firmemente que el cambio debía ser lo más legal posible, pero una vez Zhun abolió los derechos civiles se dio cuenta de que ya no contaba con ninguna manera plenamente pacífica de cambiar las cosas. Era una de las líderes de la rebelión, por lo que debía ser absolutamente cauta con sus acciones, por lo que siempre trató de mantener alejado de todo a su esposo Vack, pues este había optado por concentrarse en encontrar la manera de evitar diferentes enfermedades a través de la profesión médica. Sin embargo, Vack al ser obligado a presenciar cómo asesinaban a sangre fría a Ting frente a todo el mundo y luego cómo eran profanados sus restos de diferentes maneras, fue tal el dolor que sintió que algunos dicen que perdió su humanidad.

Desde ese día Vack abandonó su profesión y se dedicó a entrenar junto con los rebeldes, armas, estrategias, batallas cuerpo a cuerpo, agilidad, precisión, fuerza, en todas era el más aplicado; las personas lo hubieran creído un robot si no fuera porque para lograr todo no le importaba poner en peligro su propia integridad, cortes y contusiones eran la menor de sus preocupaciones, su vida siempre estaba en riesgo. Así, Vack al salir a su primera batalla destruyó a medio batallón el solo y sin ayuda de su escuadrón, no iba a seguir instrucciones de nadie, su único combustible era la venganza y nadie la sentía más que él. Ahora, se dirige al palacio imperial, en su camino ya lleva 18 bajas y cada paso que avanza se prepara para matar a sangre fría al que se le atraviese; no le importa la herida de cuchillo en su pierna derecha ni la bala que le perforó el hombro izquierdo, si quieren acorralar a Zhun sabe que debe ganar la posición del distrito helado y eso hará... Incluso si le cuesta su propia vida Zhun va a pagar con la de él, así deba hacerlo desde su tumba.