sábado, 19 de noviembre de 2016

La oportunidad de su vida (II)


Despertó a la mañana siguiente sintiéndose como el rey de la ciudad, casi tenía una cita con aquella mujer con la que tanto había llegado a fantasear hace algún tiempo. La mañana ese día tenía una tonalidad distinta, a pesar de encontrarse ad portas del invierno, su cuerpo recibía cada ráfaga de viento con un cariño especial, todo mientras tarareaba My kind of girl de Sinatra. Nada podría arruinarle el día.

Llegó a su oficina, se sentó en su escritorio y abrió su correo electrónico, - basura y trabajo nada más, por ahora las cosas no están para nada graves-. Luego de dos horas respondiendo su correo sintió que era momento para beber su café matutino, tomó su saco, bajó por el ascensor, y se dirigió a la pequeña cafetería a la vuelta de la esquina. Encontró una fila corta, pidió un capuchino irlandés en lugar de su acostumbrado americano - porque me lo merezco, a partir de hoy todo mejora-; pagó, y decidió tomarse un pequeño descanso y sentarse a admirar el afán de los demás oficinistas -pobres de ellos, su ansiedad por el trabajo los priva de contemplar los bellos momentos de la cotidianidad- pensaba para sí. 

De repente, vio a Emma cruzar la calle y entrar a un edificio cercano, tomó su café de la pequeña mesa metálica en la que se encontraba y se lanzó en la cacería de aquella pelirroja. Tuvo que esperar unos cuantos minutos a que cambiara el semáforo antes de cruzar la calle, pues el tráfico era tal que no había manera de pasar corriendo; una vez lo logró se acercó a la puerta giratoria del edificio y se encontró con un amplio lobby, - ¿dónde estoy? ¿En cuál de los tres ascensores pudo haber entrado Emma?-. Rápidamente se acercó a la recepción y le preguntó al hombre detrás de esta - disculpe, ¿sabe a dónde se dirige la señorita Emma? Es que olvidó reclamar su café y necesito entregárselo; créame, detrás de su apariencia dulce se esconde un ogro adicto a la cafeína-. El hombre le dedicó una mirada extrañada; sin embargo, le señaló que Emma trabajaba en el piso 25, en un nuevo estudio de dibujo digital; él le agradeció y se acercó al ascensor, pulsó el botón y esperó a que este se abriera. Tuvo que esperar casi cinco minutos que se le hicieron eternos, pero una vez dentro solo escuchaba los latidos de su corazón, nunca antes se había sentido tan nervioso; pero a su vez, le gustaba que esta fuera la primera ocasión.

Se abrió la puerta y encontró una sala de espera con una recepcionista, se acercó y repitió lo dicho en el lobby, ella le indicó que la oficina de Emma quedaba cruzando el pasillo y a la izquierda, pero que si quería entrar debía ser rápido pues ella tenía una reunión con un cliente en cinco minutos; él le agradeció y tomó rumbo al pasillo. Pudo ver que colgadas de las paredes blancas colgaban distintos dibujos de personajes de series de televisión de niños, le emocionaba la idea de que ella hiciera parte de un mundo tan fantástico como ese; dobló la esquina y la encontró, una puerta de vidrio con el nombre: Emma Waters escrito en ella. Se apresuró a golpear la puerta y oyó una dulce voz desde adentro que le pidiera que siguiera; era el momento de la verdad, sentía que se le iba a salir el corazón del pecho, pero le encantaba la sensación. - Hola Emma, recibí tu nota anoche, y casualmente te vi abajo; y pues ya que me pediste ser más valiente, heme aquí- le dijo apenas puso un pie en la oficina; ella asintió mientras lo miraba de pies a cabeza, - disculpa, pero eso no puede ser... ¿Quién eres, te conozco de alguna parte?- le dijo con un tono serio y extrañado. En ese momento él sintió como aquellos ojos verde esmeralda le perforaron el pecho, sentía como todo se desmoronaba a su alrededor.

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